La creencia de que algún individuo extraordinario puede mirar en la palma de su mano y luego proceder a delinear el carácter, diagnosticar enfermedades, y predecir en detalle todas las exigencias y las situaciones de urgencia del futuro, por no hablar de la pretensión de la profecía en relación con los asuntos de negocios, el amor, el matrimonio y el divorcio todo sino que sirven para indicar la credulidad inherente de la humanidad, y para mostrar por qué el ser humano promedio es tan fácilmente convencido por las pretensiones débiles y actuaciones del espiritualismo.
La facilidad con que algunas personas aparentemente inteligentes son inducidas a creer que su vida, su carrera y su destino eterno están controlados por la yuxtaposición de las estrellas en el momento de su nacimiento constituye una prueba más de la credulidad humana, e indica lo dispuesta que está la mayoría de la gente a ser engañada por la superstición común y las afirmaciones de aquellos que se ganan la vida imponiendo al público las ilusiones de la sofistería sobrenatural.
Es difícil decir cuándo se mezcló la astrología con la medicina, pero sin duda era una parte importante tanto del arte de curar como del culto religioso en los primeros periodos caldeos. Pero lo peculiar de toda esta creencia es su persistencia hasta nuestros días. Hay suficiente interés público en este asunto como para que los diarios metropolitanos dediquen una columna regular a la astrología, del mismo modo que dedican una a la salud, consejos de belleza, cocina, béisbol, etc.
La antigua superstición perdura mucho tiempo en la mente humana. A pesar de nuestras escuelas de agricultura, todavía se pueden encontrar agricultores que plantan sus patatas a la luz de la luna, y todavía nos encontramos con jóvenes de ojos tristes y abatidos que sienten que sus aventuras en los negocios o en el matrimonio están condenadas al fracaso porque nacieron bajo el influjo de una constelación estrellada desfavorable.
Y el resultado neto de todo esto no es más que servir al propósito de preparar aún más la mente humana para su continua esclavitud a los temores y dogmas supersticiosos de épocas pasadas, y allanar el camino para la posterior aparición de los engaños y delirios espiritistas más colosales, que implican no sólo la salud del cuerpo del hombre y la paz de su mente, sino que perturban su equilibrio intelectual, e incluso ponen en peligro su bienestar eterno.
Del Libro: La Verdad sobre el Espiritualismo (de William S. Sadler)
The Truth About Spiritualism, by Doc Sadler
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