En 1572, un ex profesor
de Bolonia llamado Ugo Buoncampagni convertido en el Papa Gregorio XIII; diez
años más tarde se introdujo el calendario gregoriano. El calendario Juliano,
fundado 16 siglos antes por Julio César, era inexacto y la necesidad de reforma
fue ampliamente reconocido. Su principal falla fue la discrepancia entre la
longitud media de su año, 365,25 días, y el año trópico, a continuación, con un
promedio de 365.24232 días. Esto es casi once minutos y cuatro segundos más
corto que el año juliano. Esta pequeña discrepancia había seguido acumulando
hasta que ya no era una cuestión de minutos, pero los días. En el momento de la
reforma gregoriana, el error había aumentado a once días. Es comprensible que
esto era motivo de preocupación para el Papa. Si el calendario había continuado
sin cambios, entoces la Pascua finalmente se celebró en el verano.
Los intentos de reforma
provocaron una amplia gama de debates, tanto a nivel académico y religioso. En
un momento dado, la excomunión fue amenazado en contra de cualquier persona que
se negó a aceptar el nuevo calendario. Los detalles de esta reforma son los que
se encuentran en la edición de mayo de 1982 de Scientific American por G.
Moyer.
En la Parte Cuatro del
Libro de Urantia hay más de un centenar de citas en las que se da una fecha del
siglo I, junto con el día de la semana para esa fecha. En los días previos a la
computadora antes de la publicación de El libro de Urantia, la determinación de
esta información era una tarea monumental. Una serie de algoritmos que tengan
en cuenta la reforma gregoriana había sido publicado, pero al menos uno de
ellos no se dará el día correcto de la semana para la fecha indicada, estar
fuera por un día.
Quienes se oponen a la
naturaleza reveladora del Libro de Urantia han propuesto que los documentos se
canalizaron al principio y posteriormente fueron editados por el Dr. Sadler y sus colaboradores. Si la información canalizada se originó en la mente subconsciente
del medio, entonces parece ser imposible que las fechas de inicio y días hubieran
sido declaradas correctamente. Parece, pues, que el Dr. Sadler o sus colaboradoress
deben haber emprendido la extremadamente tediosa tarea de determinar qué día de
la semana corresponde a cada fecha. Entonces podríamos preguntar por qué lo
harían? Era casi cuarenta años antes de que alguien se diera cuenta de la
dificultad de esta tarea en un momento en que los ordenadores no estaban
disponibles para su desempeño.
Referencias: Dr Matt Neibaur. Scientific Symposium 1, published by The Urantia Book Fellowship, 1988
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