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domingo, 29 de septiembre de 2019

¡¿El Mesías judío es Melquisedek?! - Parte 2

Melquisedec, Los Profetas y el Futuro

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(389.3) 35:4.4 Los Melquisedek son los primeros en actuar en todas las emergencias de cualquier naturaleza en todos los mundos donde habitan criaturas volitivas. Actúan a veces como custodios temporales de planetas descarriados, sirviendo como síndicos de un gobierno planetario contumaz. En una crisis planetaria estos Hijos Melquisedek sirven en muchas calidades únicas. Es fácil para un Hijo de esta naturaleza hacerse visible a los seres mortales, y a veces un ser de esta orden ha llegado a encarnarse en semejanza de la carne mortal. Siete veces en Nebadón un Melquisedek ha servido en un mundo evolutivos en la similitud de la carne mortal, y en numerosas ocasiones estos Hijos han aparecido en semejanza de otras órdenes de criaturas del universo. Son, en efecto, los versátiles y voluntarios ministros de urgencia para todas las órdenes de inteligencias universales y para todos los mundos y sistemas de mundos.

(389.4) 35:4.5 El Melquisedek que vivió en Urantia en los tiempos de Abraham fue conocido localmente como el Príncipe de Salem porque presidió una pequeña colonia de buscadores de la verdad establecida en un lugar llamado Salem. Se presentó como voluntario para encarnarse en semejanza de la carne mortal con la aprobación de los síndicos Melquisedek del planeta, quienes temían que se extinguiese la luz de la vida durante ese período de creciente oscuridad espiritual. Y él fomentó la verdad de sus días, transmitiéndola incólume a Abraham y a sus asociados.


(1024.6) 93:10.4 Este mismo Melquisedek siguió colaborando a lo largo de los diecinueve siglos sucesivos con los muchos profetas y videntes, tratando de este modo de mantener vivas las verdades de Salem hasta la plenitud del tiempo para la aparición de Mikael en la tierra.


(1023.3) 93:9.6 Lo que enseñó Melquisedek era completo y pletórico, pero los registros de estos días parecían imposibles y fantásticos a los sacerdotes hebreos posteriores, aunque muchos tuvieron cierta comprensión de estas transacciones, por lo menos hasta los tiempos de la revisión masiva de los registros del Antiguo Testamento en Babilonia.


(1033.4) 94:6.1 Unos seiscientos años antes de la llegada de Mikael, Melquisedek, ya liberado desde hacía mucho de la carne, tuvo la impresión de que la pureza de sus enseñanzas en la tierra estaba siendo amenazada peligrosamente por la absorción general en las creencias más antiguas de Urantia. Por cierto tiempo parecía que su misión como antecesor de Mikael podía estar en peligro de fallar. En el sexto siglo a.C., mediante una coordinación extraña de agencias espirituales, no completamente comprendida ni siquiera por los supervisores planetarios, Urantia presenció una presentación altamente extraña de verdades religiosas múltiples. Mediante la agencia de varios maestros humanos el Evangelio de Salem fue redeclarado y revitalizado, y tal como se lo presentó entonces, mucho ha persistido hasta los tiempos de este escrito.

(1509.3) 136:1.1 Los judíos tenían muchas ideas distintas sobre la naturaleza del libertador esperado; cada una de estas diferentes escuelas de enseñanza mesiánica podía invocar como prueba de sus creencias distintas declaraciones de las escrituras hebreas. En general, los judíos consideraban que la historia de su nación comenzaba con Abraham y culminaría en el Mesías y de la nueva era del Reino de Dios. En los siglos anteriores habían concebido a este libertador como «el siervo del Señor», luego como «el Hijo del Hombre», mientras que últimamente algunos hasta habían llegado a referirse al Mesías como el «Hijo de Dios». Pero, bien sea que se le llamara «la simiente de Abraham» o «el hijo de David», todos estaban de acuerdo en que había de ser el Mesías, el «ungido». Así pues evolucionó el concepto a partir de «siervo del Señor» a «hijo de David», «Hijo del Hombre» e «Hijo de Dios».


(1500.2) 135:5.2 Unos cien años antes de los tiempos de Jesús y de Juan había surgido en Palestina una nueva escuela de maestros religiosos: los apocalipsistas. Estos nuevos maestros desarrollaron un sistema de creencias que explicaba los sufrimientos y la humillación de los judíos como expiación por los pecados de la nación. Se basaban en las razones históricamente bien conocidas que se habían invocado para explicar el cautiverio en Babilonia y en otros lugares en tiempos pasados. Pero, según enseñaban los apocalipsistas, Israel debía consolarse; los días de su aflicción estaban por terminar; el castigo del pueblo elegido de Dios estaba llegando a su término; la paciencia de Dios para con los extranjeros gentiles se estaba agotando. El fin del dominio de Roma era sinónimo del fin de la era y, en cierto sentido, del fin del mundo. Estos nuevos maestros basaban sus enseñanzas, en gran parte en las predicciones de Daniel, y sistemáticamente enseñaban que la creación estaba por entrar en su etapa final; los reinos de este mundo estaban por convertirse en el Reino de Dios; para la mente de los judíos de esa época éste era el significado de esa frase —el Reino de los cielos— que recurre en todas las enseñanzas de Juan y de Jesús. Para los judíos de Palestina la frase «el Reino de los cielos» sólo tenía un significado: un estado de absoluta rectitud en el cual Dios (el Mesías) regiría a las naciones de la tierra en perfección de poder así como él reinaba en el cielo: «Hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra».

Toda la sección sobre El Segundo Isaías, por supuesto, vale la pena revisarla. He aquí algunos de los párrafos finales.

(1070.2) 97:7.13 El valiente y perspicaz Isaías eclipsó en forma eficaz al Yahwéh nacionalista gracias a su descripción sublime de la majestad y omnipotencia universal del Yahwéh supremo, Dios de amor, gobernante del universo y Padre afectuoso de toda la humanidad. Desde aquellos días pletóricos el concepto más elevado de Dios en el occidente ha comprendido la justicia universal, la misericordia divina y la rectitud eterna. En palabras bellísimas y con donaire inigualado, este gran maestro describió al Creador todopoderoso como un Padre omniamoroso.

(1070.3) 97:7.14 Este profeta del cautiverio predicó a su pueblo y a aquellos de muchas naciones que le escucharon junto al río en Babilonia. Y este segundo Isaías hizo mucho para contrarrestar los muchos conceptos raciales egoístas y erróneos sobre la misión del Mesías prometido. Pero en su esfuerzo no triunfó totalmente. Si los sacerdotes no se hubiesen dedicado a aumentar un nacionalismo mal entendido, las enseñanzas de los dos Isaías habrían preparado el terreno para el reconocimiento y la recepción del Mesías prometido.


(599.7) 52:7.11 Fue acerca de la conclusión de la misión final de los Hijos Instructores (por lo menos esa sería la cronología en un mundo normal) acerca de que Juan escribió: «Yo vi un nuevo cielo y una nueva tierra y el nuevo Jerusalén que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa adornada para su príncipe».


(600.1) 52:7.12 Ésta es la misma tierra renovada, la etapa avanzada planetaria, que el antiguo vidente visualizó cuando escribió: «'Pues así como los nuevos cielos y la nueva tierra que yo crearé durarán ante mí, así también vosotros y vuestros hijos perduraréis; y sucederá que de una luna nueva a otra y de un sabbat a otro, toda la carne adorará ante mí', dice el Señor».


(600.2) 52:7.13 Son los mortales de dicha edad aquellos que se describen como «una generación elegida, o un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo excelso; y vosotros esparciréis las alabanzas de Aquél que os ha llamado de la oscuridad hacia esta maravillosa luz».


(600.3) 52:7.14 Sea cual fuere la historia natural especial de un planeta específico, sea que el reino haya sido totalmente leal, teñido de mal, o maldecido por el pecado —sean cuales fueren los antecedentes— tarde o temprano, la gracia de Dios y el ministerio de los ángeles inaugurarán el día del advenimiento de los Hijos Instructores Trinitarios; y su partida, después de su misión final, inaugurará esta maravillosa era de luz y vida.


(600.4) 52:7.15 Todos los mundos de Satania pueden unirse en la esperanza de aquél que escribió: «Sin embargo nosotros, de acuerdo con su promesa, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra, en la cual mora la rectitud. Por lo tanto, amados, ya que buscáis estas cosas, sed diligentes para que aquél os pueda encontrar en paz, sin manchas ni culpas».



Continua en una tercera parte...


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