Un fetiche doctrinal lleva al hombre mortal a traicionarse a sí mismo, cayendo en las garras de la mojigatería, el fanatismo, la superstición, la intolerancia y la más atroz de las crueldades bárbaras.
La verdad solo vive y se defiende viviendola; en las luchas intelectuales muchas veces ella muere a manos de seres fanáticos y superespecializados. La sangre de la verdad está en manos de aquellos que la defienden pero no se ajustan a los profundos valores de ella. La verdad es siempre más que mero conocimiento. El conocimiento se debe demostrar pero la verdad se vive, se experimenta. Cegar el intelecto del prójimo no es generosidad, es egoísmo. No se nos envía a sobrecargar intelectos de información, sino a amar a los seres humanos, a poner algo bueno y mejor en los corazones. El que no puede ver y comprender estas cosas no ha nacido del Espíritu, porque el Espíritu es amor y comprensión. Si solo podemos alardear nuestro conocimiento, buscar tener la razón e imponer opiniones como hechos absolutos entonces hemos sido consumidos por la erudición no espiritualizada. El verdadero hijo de Dios es y será un aprendiz por la eternidad; el vástago del Altísimo ve la verdad, la belleza y la bondad porque ha vuelto a ser un niño.
El conocimiento que aun carga con la verdad viva teórica puede ser más cegador que esclarecedor en mentes inmaduras. El Espíritu de Dios no quiere producir seres superespecializados, altamente religiosos y obsesionados con las realidades venideras mientras abandonan las realidades vivas y valiosas del mundo físico. De nada me sirve conocer todas las realidades venideras si no tengo amor y respeto por la diversidad de intelectos y corazones del mundo. De nada me sirve saber la cantidad de mundos, ángeles y universos si mi vida no revela al Padre de las luminarias. De nada me sirve interesarme por la lectura de la Revelación sino me intereso por los demás, por sus necesidades y dificultades. Debemos pasar el estado de estasis cegador, ese estado de admiración embelezadora y casi idolatra hacia la Revelación para empezar a vivir realmente la verdad, la belleza y la bondad. No alabes ni ames demasiado las Escrituras (aun las reveladas) porque ellas están muertas, venera y ama al que vive, al que vive estas sagradas verdades con todo su corazón. Admira toda verdad, toda belleza y toda bondad que es ricamente vivida por los hijos de Dios. De nada me sirve admirar la teoría sobre la verdad, la belleza y la bondad cuando no puedo ver y aplaudir esta misma triada de valores supremos en mi prójimo y conocidos. Si queremos ser embajadores del Reino debemos renacer, abandonar todo veneno para el alma. Si queremos ver a Dios adentro debemos comenzar a ver a Dios en los demás. Si deseamos que la verdad triunfe en el mundo, debemos comenzar a amar la verdad viva, no solo el conocimiento de las cosas. Todos debemos hacernos una profunda autocritica honesta de nuestras conductas, de nuestros ideales e ideologías personales si queremos avanzar y mejorar en la aventura hacia Dios. El agua parece inofensiva, pero de gota a gota corroe la piedra. Ser conscientes de nuestras acciones es un paso hacia la verdad, y otro paso para amar mejor. No esperes de ti (por ahora) perfección, pero si lealtad a esa verdad que nos otorgó una mayor visión del mundo, una visión que no debe quedar en solo una dulce y lejana utopía.
LDU 160:3.4 Mi filosofía me dice que hay épocas en las que debo pelear, si hace falta, para defender mi concepto de la rectitud, pero no dudo de que el Maestro, con un tipo de caracter más maduro, ganaría fácil y elegantemente una victoria igual mediante su técnica superior y cautivante de tacto y tolerancia. Demasiado frecuentemente, cuando luchamos por lo correcto, ocurre que tanto el vencedor como los vencidos han sido derrotados. Ayer mismo oí que el Maestro dijo: «El hombre sabio, cuando trata de entrar por una puerta cerrada, no destruye la puerta sino que busca la llave para abrirla». Demasiado frecuentemente nos embrollamos en una lucha sólo para convencernos de que no tenemos miedo.
160:3.5 Este nuevo evangelio del reino rinde un gran servicio al arte de vivir en cuanto provee un incentivo nuevo y más rico para un vivir más elevado. Presenta un nuevo y exaltado objetivo de destino, un supremo propósito de la vida. Estos nuevos conceptos de propósito eterno y divino de la existencia son por sí mismos estímulos trascendentales, que sacan a relucir la reacción de lo mejor que existe en la naturaleza superior del hombre. En cada cima del pensamiento intelectual se encuentra reposo para la mente, fuerza para el alma y comunión para el espíritu. Desde tales puntos ventajosos de vida elevada, el hombre es capaz de trascender las irritaciones materiales de los niveles más bajos del pensamiento: la preocupación, los celos, la envidia, la venganza, y el orgullo de la personalidad inmadura. Estas almas elevadas se liberan a sí mismas de una multitud de conflictos entrecruzados de las cosas triviales del vivir, y así son libres de alcanzar conciencia de las corrientes más altas del concepto espiritual y de la comunicación celestial. Pero el propósito de la vida debe ser celosamente protegido contra la tentación de buscar logros fáciles y pasajeros; del mismo modo se lo debe promover de manera tal como para que sea inmune a las desastrosas amenazas del fanatismo.
GRACIAS! CRISTIAN.
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