Conocerse a si mismo significa: estudiar y comprender nuestras conductas internas y externas, de esta manera se puede llegar uno amar, y luego "amar al prójimo como uno se ama a sí mismo". El estudio de uno mismo como individuo, como grupo, como sexos y como genero animal permite entendernos y poder amarnos.
También se puede aumentar este trabajo, estudiando el perfil conductual-psicológico de la especie humana, así como de la sociedad, o sociedades humanas. Jesús no amaba a los hombres solo porque sí, lo hizo porque los conoció y los comprendió, vivió y viajó con ellos.
174:1.4 (1898.4) «Cuando un ser humano sabio comprende los impulsos internos de sus semejantes, los amará. Y cuando amáis a vuestro hermano, ya le habéis perdonado. Esta capacidad de comprender la naturaleza humana y perdonar su aparente maldad es propia de Dios.
El amor no solo se limita al alma del ser humano, ni solo a
imposiciones teológicas con premios, también implica ciencia. La ciencia no
solo permite conocer el mundo físico de la energía-materia, sino que explica el
porque somos como somos y el porque hacemos lo que hacemos, a su vez
permitiendo que el ser humano pueda alcanzar mayor libertad, al tener el conocimiento
para conquistarse a si mismo, trabajo que no se logra del todo solo. Un ser humano
puede tener grandes problemas psicológicos, pero sin ciencia y sin algo más que meras creencias impuestas, la persona solo ocultara sus problemas que luego se acumularan y saldrán de una forma u otra, en formas extrañas o peligrosas para si mismas o para los demás.
Que podríamos pensar de aquellas personas que de alguna forma, se autoproclaman renacidas, y tratan de mostrar una supuesta santidad externa, y asumen que están en niveles intelectuales, morales y supuestamente espirituales superiores, que luego por su propia fe ciega de su supuesta superioridad, se niegan a ver sus evidentes errores y arrogancia, y no se atreven a hacerse una autocritica honesta, ¿cual crecimiento puede haber en tales personas, si su religión se basa en la creencia de que han crecido espiritualmente en base a meras lecturas, meditaciones y oraciones, todas sin esfuerzo mental ni decisiones reales en un escenario real? Y no solo esto, sino que tienen incapacidad de adaptar sus conocimiento a mentes más sencillas y de contextos diferentes porque sus egos inmaduros no quieren bajar de ese ser supuestamente exitoso y elevado. No desean ver las necesidades de los demás porque su necesidad de que todos sean copias de si mismo es incesante y militante.
Conocerse a si mismo es amor al prójimo, porque de esa forma estudiamos las conductas y como estas repercuten en nuestro alrededor, en nuestras relaciones, y si vemos que son toxicas estas conductas las tratamos de corregir para tener mejores relaciones humanas.
No podemos usar la oración ni la meditación como reemplazos o remedios mágicos contra nuestra imperfección.
La oración no solo es una forma de dar gracias o de pedir para otros, también es una saludable forma de hacer visible todas nuestras imperfecciones ante el ideal mayor de verdad, belleza y bondad que es nuestro Padre celeste, ese ser eterno que no juzga nuestros errores y cree en nosotros, confesarnos puede ser una forma de soltar nuestras cargas en El, y que al final podemos confiar que juntos podemos perfeccionar nuestro ser para bien nuestro y de los demás.
Que diferente seria el mundo, si las ideas de la culpabilidad absoluta desaparecieran, si dejáramos de creer en la idea de que los seres humanos tienen un libre albedrío absoluto, idea que impide que las personas puedan comprender a los demás, porque asumen que lo que hacen las personas es siempre culpa suya, ignorando el extenso contexto que abarca variables captables y ocultas. La libertad es un ideal, el libre albedrío es algo que vamos ganando en grado a medida que nos conocemos.
Terminamos con:
196:2.9 Jesús no compartía la opinión pesimista de Pablo sobre la humanidad. El Maestro consideraba a los hombres como hijos de Dios y anticipaba un futuro magnífico y eterno para los que eligieran la supervivencia. No era un escéptico moral; consideraba al hombre en forma positiva, no negativa. Veía a la mayoría de los hombres más como débiles que como malvados, más confundidos que inmorales.
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