101:6.5 (1112.1) Cristo Micael, cuando se autootorgó en Urantia, vivió bajo el reino de la religión evolutiva hasta el tiempo de su bautismo.
Historicamente la corriente de judaismo predominante era el fariseismo, que creían en Moises y los profetas, en la resurrección de los muertos, en el alma y en ángeles, a diferencia de los saduceos que solo creían en la tora (primeros cinco libros de la biblia) y negaban toda resurrección o ángeles sobrenaturales.
El movimiento fariseo evolucionó para convertirse en la base litúrgica y ritual del judaísmo rabínico. Pero Jesus al ser de Nazaret, había sido educado por rabinos y por sus padres en un judaismo fariseico liberal, ya que no se tomaban tan enserio las tradiciones orales. Luego más adelante Jesus se volvió un rabí laico (sin religion institucional), caminaba en su religion personal y se liberó del manto limitante del fariseismo; después de su bautismo se dedico a ser parte de un movimiento vivo donde la paternidad de Dios y la hermandad de todos los seres humanos era el centro. Curiosamente Jesus nunca termino sus estudios más avanzados para volverse un rabí fariseo, ese no era su camino. Jesus no llegó a ser un maestro de titulo, fue un maestro de experiencia viva.
137:7.5 (1534.4) Durante este tiempo de espera, Jesús se esforzó en enseñar a sus compañeros cuál debía ser su actitud hacia los varios grupos religiosos y partidos políticos de Palestina. Las palabras de Jesús eran siempre: «Procuramos ganarlos a todos ellos, pero no pertenecemos a ninguno de ellos».
Tambien es importante ver que algunas personas se oponen a tal idea de que Jesus fuera alguna vez fariseo (en realidad habían varias ramas), por la razón de que según, ellos eran malos e hipocritas y porque Jesus los denunció, pero Jesus solo estaba atacando a los grandes lideres del templo y personas irreligiosas, no a todos los fariseos:
140:8.22 (1582.3) Jesús ni siquiera denunció con vehemencia a los fariseos como lo hiciera Juan. Sabía que muchos de los escribas y fariseos eran de corazón honesto; comprendía que eran esclavos de las tradiciones religiosas. Jesús insistía en «primero sanar el árbol». Reiteró a los tres que él valoraba toda la vida, y no sólo unas pocas virtudes especiales.
Grant, Michael 1973: The Jews in Roman World. Dorset Press, 1984.
126:2.1 (1388.1) Todo marchaba bien hasta aquel aciago martes 25 de septiembre; ese día un mensajero proveniente de Séforis trajo a esta casa nazarena la trágica noticia de que José, mientras trabajaba en la residencia del gobernador, había sufrido graves lesiones al desmoronarse una cabría. El mensajero de Séforis, camino a la casa de José, se detuvo en el taller, donde informó a Jesús del accidente de su padre; ambos fueron juntos a la casa para llevar la triste nueva a María. Jesús quería ir inmediatamente a ver a su padre, pero María no quiso atender razones excepto que sólo sabía que debía correr a estar junto a su marido. Decidió que iría a Séforis en compañía de Santiago, por entonces de diez años de edad, mientras que Jesús se quedaría en la casa cuidando de los niños más pequeños hasta su regreso, pues no sabía cuán grave era el estado de José. Pero José murió como consecuencia de sus lesiones antes de la llegada de María. Lo trajeron a Nazaret y al día siguiente se le enterró junto a sus padres.
126:2.2 (1388.2) En el preciso momento en que el futuro parecía sonreírles lleno de buenas perspectivas, una mano al parecer cruel había derribado al jefe de esta familia de Nazaret, desgarrando el corazón de este hogar; los planes para Jesús y para su educación futura quedaron destruidos. Este joven carpintero, que acababa de cumplir catorce años, despertó a una cruel realidad: no sólo tendría que cumplir con el mandato de su Padre celestial, o sea revelar la naturaleza divina en la tierra y en la carne, sino que en su joven naturaleza humana debería asumir también la responsabilidad de su madre viuda y de siete hermanos y hermanas y de la que aún no había nacido. Este joven nazareno se convirtió de golpe en el único sostén y consuelo de su familia tan súbitamente afligida por la desgracia. Así pues se permitió que ocurriesen en Urantia estos acontecimientos de orden natural que obligarían a este joven de destino a asumir tan pronto la responsabilidad, onerosa pero a la vez altamente educacional y disciplinaria, de convertirse en el jefe de una familia humana, padre de sus propios hermanos y hermanas, sostén y apoyo de su madre, guardián de la casa de su padre, el único hogar que había de conocer mientras estuvo en este mundo.
126:2.3 (1388.3) Jesús supo aceptar con buena disposición las responsabilidades caídas tan súbitamente sobre sus hombros y cumplió fielmente con estas obligaciones hasta el fin. Por lo menos se había resuelto, aunque en forma trágica, un gran problema, una dificultad prevista en su vida —ya no tendría que ir a Jerusalén para estudiar con los rabinos. Siempre fue verdad que Jesús «no se doblegó ante los pies de nadie». Estaba siempre dispuesto a aprender de quien fuese, aun del más humilde entre los niños, pero jamás derivó de fuentes humanas la autoridad para enseñar la verdad.
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