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sábado, 1 de abril de 2023

La apariencia de Jesús: ¿La norma o una excepción divina?

Libro de Urantia 162:5:2  Vosotros juzgáis sólo por las apariencias de la carne; no percibís las realidades del espíritu.


1 Samuel 16:7 

Pero el Señor dijo a Samuel: «No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón».




Los Reveladores nos hacen presentes la herencia genética del Maestro, pero cada vez que describen al maestro se centran mayormente en sus rasgos de personalidad. Nos hacen conscientes de que la herencia suya es completamente humana: de su padre y su madre terrenal, que sus rasgos físicos no son producto de la personalidad (ser personal) divina, sino de esa misma herencia natural.

Podemos entender que la apariencia de Jesús no era una rareza, porque Judas tuvo que besar a Jesús para que fuera identificado por los romanos, puesto que los romanos solo veían judíos comunes de la época entre aquellos que estaban con el Maestro. Y al parecer los judíos en aquel entonces estaban muy mezclados.

El maestro podía ser bello o feo en apariencia, pero eso era irrelevante en cuanto a su interior y personalidad, es cierto que el maestro tenia cierto atractivo, pero esto era conforme a los estándares de su época, y no tenia nada que ver con el Jesús pintado que vemos hoy y que nos hace volar la imaginación de como pudo ser.

Los seres intermedios dicen:

141:3.6 (1590.1) Las representaciones artísticas de Jesús han sido muy inexactas. Estas pinturas del Cristo han ejercido una influencia adversa sobre la juventud; los mercaderes del templo difícilmente habrían huido ante Jesús si éste hubiera sido un hombre como los que vuestros artistas suelen representar. La suya era una hombría digna; era bueno, pero natural. Jesús no se hizo pasar por un místico suave, dulce, gentil y bondadoso. Su enseñanza era emocionantemente dinámica. No sólo tenía buenas intenciones, sino que realmente hacía el bien.

Es importante tener en cuenta que el mensaje de Jesús trasciende la apariencia física y se centra en la idea de amar a los demás y tratarlos con compasión y respeto. Jesús enseñó que la verdadera belleza yace en el corazón de una persona, en su capacidad de amar y de hacer el bien. Por lo tanto, enfocarse en la apariencia física de Jesús o de cualquier otra persona, distrae del verdadero mensaje que él transmitió, y tiende a causar que seamos selectivos.


El error de la sociedad moderna está en asociar la belleza externa con bondad (medir el interior en base al exterior), y cuando alguien retrata a Jesús fuera de estándares modernos de belleza sienten profunda ofensa, como si la apariencia de Jesús fuera un determinante de su divinidad, un error garrafal que revela la falta de espiritualidad en algunos seres humanos que se aferran a apariencias externas, quizá la muestra que nos falta mucho para ser seres civilizados.

Lo que debe enamorar a los creyentes y seguidores profesos es la personalidad equilibrada del maestro, su bondad y su autenticidad. La elocuencia y la belleza estética son distractores que impiden valorar los valores elevados del maestro, esta misma superficialidad también nos lleva tristemente juzgar a nuestros hermanos en la prisa, a ser prejuiciosos con los que menos lo merecen.

Cuando más conozco del maestro no puedo más que imaginar a un judío "genérico" en apariencia, pero poderoso en personalidad y bondad,  esta es la expresión de Dios en la Tierra. No me importa su estatura ni su parecer. Y no puedo aferrarme a su imagen, pero deseo tener semejanza con su divinidad.

Al final entendemos que los seres humanos arrastramos muchas tendencias animales negativas que impiden tener una espiritualidad sana, pero será el tiempo y la experiencia quienes nos harán entrar en razón, con ayuda del Maestro de la Verdad que vive en nosotros.


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