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sábado, 2 de junio de 2018

Descubren el «error» genético que nos hizo humanos

Dice la Quinta Revelacion:

62:3.11 (706.2) Contemporáneamente con el nacimiento de estos primates gemelos, otra pareja — un macho y una hembra particularmente retrasados de la tribu de los mamíferos intermedios, una pareja que era mental y físicamente inferior —también parieron gemelos. Estos gemelos, un macho y una hembra, eran indiferentes a la conquista; sólo se ocupaban de la consecución de sustento y, puesto que no comían carne, al poco tiempo perdieron todo interés en la caza. Estos gemelos retrasados fueron los fundadores de las tribus símicas modernas. Sus descendientes buscaron las regiones meridionales más calurosas con sus climas benignos y abundancia de frutas tropicales, en donde han continuado hasta la fecha en forma muy parecida a aquellos días, excepto aquellas ramas que se aparearon con los tipos anteriores de gibones y monos, deteriorándose considerablemente como consecuencia.

62:3.12 (706.3) De este modo se ve fácilmente que el hombre y el mono están emparentados sólo porque los dos descendieron de los mamíferos intermedios, una tribu en la cual ocurrieron los nacimientos contemporáneos y la subsiguiente segregación de dos parejas de gemelos: la pareja inferior destinada a producir los tipos modernos de mono, babuino, chimpancé y gorila; la pareja superior destinada a continuar la línea de ascenso que llegó a ser, por evolución, el hombre mismo.

62:3.13 (706.4) El hombre moderno y los simios, en efecto, descendieron de la misma tribu y especie, pero no de los mismos progenitores. Los antepasados del hombre descendieron de los especímenes superiores de lo más selectivo que quedó de esta tribu de los mamíferos intermedios, mientras que los simios modernos (con excepción de ciertos tipos preexistentes de lémures, gibones y otras criaturas monescas) son los descendientes de la pareja ínfima de este grupo de mamíferos intermedios, una pareja que sólo sobrevivió por haberse escondido en un retiro subterráneo, depósito de alimentos, por más de dos semanas durante la última batalla enconada de su tribu, sin salir hasta después de haber cesado completamente las hostilidades.

4. Los Primates



62:4.1 (706.5) Volviendo al nacimiento de los gemelos superiores, un macho y una hembra, a los dos destacados miembros de la tribu de los mamíferos intermedios: estas crías fueron de una índole insólita; tenían aún menos pelos en el cuerpo que sus padres y, de muy pequeños, ya insistían en caminar erguidos. Sus antepasados siempre aprendían a caminar sobre las patas traseras, pero estos primates gemelos se irguieron desde el principio. Alcanzaron a medir más de un metro y medio de altura, y sus cabezas crecieron más en comparación con las de los demás de la tribu. Aunque aprendieron, a temprana edad, a comunicarse el uno con el otro por medio de señas y sonidos, nunca pudieron hacer que su pueblo entendiera estos símbolos nuevos.



62:4.4 (707.3) Los primates eran más humanos y menos animales que sus predecesores del grupo mamífero intermedio. Las dimensiones del esqueleto de esta especie nueva eran muy similares a las de las razas humanas primitivas. El tipo humano de mano y pie había llegado a su pleno desarrollo, y estas criaturas sabían caminar y hasta correr tan bien como cualquiera de sus descendientes humanos posteriores. Abandonaron, por lo general, el medio arbóreo, si bien continuaron recurriendo a las copas de los árboles como medida de seguridad por la noche, pues, lo mismo que sus antepasados precedentes, eran muy sensibles al temor. El mayor uso de las manos contribuyó mucho al desarrollo de su capacidad cerebral inherente, pero aún no contaban con mentes que se pudieran llamar en verdad humanas.

62:4.5 (707.4) Aunque los primates diferían poco de sus predecesores en cuanto a su naturaleza emocional, exhibían una tendencia más humana en todas sus propensiones. Fueron, efectivamente, animales espléndidos y superiores, que alcanzaban la madurez a los diez años de edad y cuya vida natural máxima era de unos cuarenta años. Es decir, podrían haber vivido cuarenta años si hubieran expirado por muerte natural, pero en aquellos días primitivos muy pocos animales morían de muerte natural; la lucha por subsistir era demasiado intensa.

62:4.6 (707.5) Ahora pues, tras casi novecientas generaciones de desarrollo, abarcando alrededor de veintiún mil años desde el origen de los mamíferos protohumanos, los primates, súbitamente, dieron a luz a dos asombrosas criaturas, los primeros verdaderos seres humanos.

62:4.7 (707.6) De este modo, los mamíferos protohumanos, descendientes del tipo norteamericano de lémur, dieron origen a los mamíferos intermedios, y estos mamíferos intermedios, a su vez, produjeron a los primates superiores, que fueron los antepasados directos de la raza humana primitiva. Las tribus de los primates fueron el último eslabón vital en la evolución del hombre, pero en menos de cinco mil años no quedaría un solo individuo de estas tribus extraordinarias.

...

6. La Evolución de la Mente Humana



62:6.1 (709.2) Nosotros, los Portadores de Vida en Urantia, habíamos pasado por la larga vigilia, aguardando atentos, desde el día en que plantamos por primera vez el plasma vital en las aguas planetarias, y naturalmente la aparición de los primeros seres realmente inteligentes y volitivos nos trajo gran júbilo y suprema satisfacción.

62:6.2 (709.3) Veníamos siguiendo el desarrollo mental de los gemelos mediante nuestra observación del funcionamiento de los siete espíritus ayudantes de la mente asignados a Urantia al tiempo de nuestra llegada al planeta. A través del largo desarrollo evolutivo de la vida planetaria, estos incansables ministros de la mente registraban constantemente su creciente habilidad de ponerse en contacto con las capacidades cerebrales sucesivamente en expansión de las criaturas animales progresivamente superiores.

62:6.3 (709.4) En un principio únicamente el espíritu de intuición pudo funcionar en el comportamiento instintivo y reflejo de la vida animal primordial. Con la diferenciación de los tipos superiores, el espíritu de la comprensión pudo dotar a tales criaturas del don de la asociación espontánea de ideas. Más adelante observamos al espíritu de la valentía en funcionamiento; los animales en trance de evolucionar desarrollaron en rigor una forma simple de autoconciencia de protección. Posteriormente a la aparición de los grupos de los mamíferos, observamos el espíritu del conocimiento manifestarse en creciente medida. La evolución de los mamíferos superiores trajo la función del espíritu del consejo, con el consecuente desarrollo del instinto gregario y los principios del desarrollo social primitivo.

62:6.4 (709.5) A través de los tiempos de los mamíferos protohumanos, los mamíferos intermedios y los primates, veníamos observando, más y más, el servicio incrementado de los cinco primeros ayudantes. Pero nunca habían podido funcionar los dos restantes, los ministros superiores de la mente, en el tipo urantiano de mente evolutiva.

62:6.5 (709.6) Imaginaos nuestro regocijo un día —cuando los gemelos tenían unos diez años— en que el espíritu de adoración hizo su primer contacto con la mente de la gemela y, poco tiempo después de esto, con la del gemelo. Sabíamos que algo muy semejante a la mente humana se acercaba a su culminación; y cuando, al año, resolvieron finalmente, como resultado de un pensamiento meditativo y de una decisión basada en un propósito, huir de la querencia y viajar al norte, entonces comenzó a funcionar el espíritu de la sabiduría en Urantia y en estas dos mentes ya reconocidas como humanas.

62:6.6 (709.7) Hubo una movilización inmediata y nueva de los siete espíritus ayudantes de la mente. Estábamos rebosantes de expectación; nos percatamos de que el momento que veníamos esperando desde hacía tanto tiempo se acercaba; sabíamos que estábamos en el umbral de la realización de nuestro dilatado esfuerzo para desarrollar criaturas volitivas en Urantia.

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La familia de genes NOTCH2NL se encuentran solo en humanos y parece desempeñar un papel fundamental en que nuestro cerebro sea más grande que el de otros animales. Crédito: Fiddes et al./Cell.
La familia de genes NOTCH2NL se encuentran solo en humanos y parece desempeñar un papel fundamental en que nuestro cerebro sea más grande que el de otros animales. Crédito: Fiddes et al./Cell.



Un grupo de investigadores del Mater Research Institute y de la Universidad de Queensland (Australia) ha descubierto la existencia de un nuevo gen en el ADN de nuestros antepasados, el NOTCH2NL, que sería el causante de las grandes dimensiones de nuestro cerebro y de la estructura única de la corteza de los hemisferios cerebrales.

«Dos de los principales rasgos del ser humano son la ampliación de las dimensiones cerebrales y el lento crecimiento del sistema nervioso en el interior del útero materno», explica David Haussler, profesor de la Universidad de California y coautor de la investigación. «Ahora sabemos que los mecanismos moleculares del desarrollo y las características del Homo sapiens tienen lugar durante las primeras etapas del desarrollo cerebral», añade. Según los expertos, los genomas de los humanos y de los chimpancés coinciden en un 99 %, aunque nuestros sistemas nerviosos se desarrollan de manera diferente y padecen distintos problemas durante la vejez. Esta es la razón por la que la comunidad científica no puede utilizar a los primates para llevar a cabo estudios sobre las diferentes enfermedades que afectan al ser humano ni sobre su capacidad de adquisición del lenguaje y de un intelecto desarrollado.

Los científicos, que tenían por objetivo investigar la estructura de los diferentes genes en el primer cromosoma humano, creen que la razón principal por la que hombres y primates son diferentes desde el punto de vista genético radica, no tanto en la estructura de los genes, sino en la diferente actividad de distintas partes del cerebro.

Un «error» genético El NOTCH2NL, como se denomina el nuevo gen descubierto, fue responsable del desarrollo de las neuronas así como de la formación de futuros tejidos cerebrales en el embrión de los humanos. Según la nueva investigación, los primates carecen de este rasgo, lo que podría explicar por qué el ser humano tiene un mayor desarrollo mental. Asimismo, todo parece indicar que este gen «de más» apareció por error en el ADN de nuestros antepasados hace unos tres o cuatro millones de años como resultado de una serie de errores al copiar el primer cromosoma.
«El NOTCH2NL permitió que nuestro cerebro aumentara su volumen», detallan los científicos. Más tarde, un segundo error en nuestro código genético generó un nuevo tramo en nuestro ADN —cambiando así de manera significativa el desarrollo del sistema nervioso humano— que fue copiado varias veces más durante la evolución de nuestros antepasados. Esto provocó que las células nerviosas empezaran a «madurar» más rápido y a dividirse menos. «Como sucede a menudo en la historia de la evolución, un pequeño cambio en el funcionamiento de las células madre conlleva una gran consecuencia», concluyen los investigadores. 

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