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sábado, 2 de junio de 2018

Hallan nuevas evidencias arqueológicas de la crucifixión romana


Dice el Libro de Urantia:

187:1.5 (2005.3) La crucifixión no era un tipo de condena de los judíos. Tanto los griegos como los romanos habían aprendido este método de ejecución de los fenicios. Aun Herodes, a pesar de su gran crueldad, no llegó nunca a practicar la crucifixión. Los romanos nunca crucificaron a un ciudadano romano; este tipo deshonorable de muerte se usaba tan sólo para los esclavos y los pueblos súbditos. Durante el sitio de Jerusalén, tan sólo cuarenta años después de la crucifixión de Jesús, el Gólgota entero se cubrió de miles y miles de cruces sobre las que, día tras día, pereció la flor de la raza judía. En verdad una cosecha trágica, de lo que se sembrara en ese día.

187:1.2 (2004.6) De acuerdo con la costumbre, el capitán conducía la procesión, llevando pequeñas tablillas blancas en las que se había escrito con carbón el nombre de los criminales y la naturaleza de los crímenes por los cuales habían sido condenados. Para los dos la-drones, el centurión tenía leyendas con su nombre, y debajo del nombre había una sola palabra, «bandido». Era costumbre, después de clavar la víctima al travesaño e izarla hasta su lugar sobre la viga vertical, clavar esta leyenda en el extremo superior de la cruz, justo encima de la cabeza del criminal, para que todos los espectadores pudieran enterarse por cuál crimen se crucificaba al condenado. La leyenda que llevaba el centurión para colocar en la cruz de Jesús había sido escrita por Pilato mismo en latín, griego y aramaico, y decía: «Jesús de Nazaret —rey de los judíos».

187:2.1 (2006.5) Los soldados ataron primero con sogas los brazos del Maestro al travensaño, y luego le clavaron las manos al leño. Izaron luego el travensaño al poste, y después de clavarlo firmemente al madero vertical de la cruz, le ataron y clavaron los pies a la madera, usando un clavo largo para penetrar los dos pies. La madera vertical llevaba una cuña grande, colocada a la altura apropiada, que funcionaba como soporte para aguantar el peso del cuerpo. La cruz no era alta, los pies del Maestro se encontraban tan sólo un metro por encima de la tierra. Por lo tanto, pudo oír todo lo que burlonamente se decía de él y pudo ver claramente la expresión de los rostros de todos los que tan impensadamente se mofaban de él. También los que estaban presentes pudieron oír fácilmente todo lo que dijo Jesús durante estas horas de constante tortura y muerte lenta.


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Un esqueleto de 2000 años de antigüedad con un agujero en uno de sus talones se ha convertido en la segunda evidencia física del brutal tipo de crucifixión bajo la cual murió Jesucristo.
A pesar que los romanos practicaron la crucifixión por casi un milenio en decenas de cientos de personas, incluyendo el propio Jesús, la evidencia de la técnica usada es rara arqueológicamente hablando. De hecho, el único ejemplo hasta ahora correspondía a un clavo de 19 cm en el cuerpo de un hombre judío hallado en Jerusalén en 1968. Esto se debe a que las cruces de madera que los romanos utilizaban se desintegraban rápidamente y a menudo los clavos eran retirados de las víctimas por la creencia que tenían «propiedades mágicas». La nueva evidencia fue hallada durante la excavación de una tumba a 60 km de Venecia, en la llanura Padana (norte de Italia). Se trata del esqueleto de un hombre de entre 30 y 34 años con «lesiones particulares» en el talón derecho que se corresponden con una crucifixión.

«La importancia del descubrimiento yace en el hecho que es el segundo caso documentado en el mundo», dijo Ursula Thun Hohenstein, de la Universidad de Ferrara y coautora del estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences. Y aunque no fue posible la datación por radiocarbono debido, principalmente, a la paupérrima conservación de los huesos, los ladrillos y mosaicos encontrados en la misma tumba indican que los restos provienen de la época romana. «Pensamos que la posible causa de la lesión fue una crucifixión, aunque esta interpretación es complicada debido a la pobre conservación de la superficie de los huesos», escriben los investigadores. Para solventar esta dificultad, se utilizó un microscopio digital de alta tecnología que permitió crear imágenes 3-D del talón.

Hasta el reciente hallazgo, este talón con un clavo atravesado era la primera y única prueba de una crucifixión.
Hasta el reciente hallazgo, este talón con un clavo atravesado era la primera y única prueba de una crucifixión.



«La perforación (de 24mm de largo) muestra un hoyo circular cruzando desde el lado medio (con un diámetro de 9 mm) al lado lateral (6.5 mm de diámetro) del talón», escriben los autores. «El patrón es lineal en la primera parte y luego baja levemente, esto evidencia que el talón fue clavado a una superficie sólida antes que la víctima muriera». Los científicos sugieren que los miembros superiores fueron «clavados a la cruz por las muñecas, como sugieren fuentes históricas».

crucifixion-romana
En ocasiones la víctima de crucifixión puede tardar varios días en expirar, mientras sufre dolores, calambres, sensación de asfixia y, en ocasiones, ataques de animales. Al final, en horas o en días, la muerte llegaba en forma de paro cardiaco, tromboembolismo pulmonar, hipovolesmia, acidosis, asfixia, sepsis, o la combinación de dos o más de estas complicaciones.


Asimismo, la manera en que fue sepultado el hombre —solo y sin ajuar—, lo ubica como un marginal de la sociedad o bien como un prisionero. Esto último también apoya la posibilidad que la violencia de la lesión se deba a una crucifixión.

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