-¿Maestro Lao-Fah, porque no vamos a buscar y a sentir la divinidad en el monte?
- Lo que esperas encontrar en las colinas, mi aprendiz, ya está dentro de ti,
no es que no lo hayas encontrado, es que aún no has sabido escuchar a tu propio
corazón. Si el Tesoro de la Luz está en el monte entonces las bestias salvajes
ya están un paso delante ti, si el Tesoro está en el mar, entonces los peces
han ganado la vida imperecedera, pero el gran Tesoro no es algo que puedas
encontrar en un punto fijo en este mundo perecedero, es el poder supremo que
está en los corazones de aquellos practican la misericordia y desean encontrar
la auténtica verdad
-Entonces…Maestro ¿Qué debo hacer con lo que aprendí de Sha-Unli?
-Debes aprender a desaprender, aquel que encuentra un gran tesoro vende todo lo que tiene para comprar el terreno, y así poder disponer de aquel valioso tesoro. Aquel que ha descubierto el cetro dorado de la luz no puede pretender quedarse con el cetro de madera para aparentar una humildad ficticia y satisfacer los deseos mortales de aquellos que ya no está entre los mortales de este mundo.
[Y haciendo una reverencia le dice al sensei el aprendiz]
-Honro tu sabiduría sensei, ¡creo sentir en ti la emanación de toda la verdad!
-¡No! Tonto aprendiz, replico el sensei, aún nos entendido, la auténtica verdad no está al alcance del hombre perecedero, la Verdad mora en la luz inaccesible a la cual ningún ser perecedero puede penetrar, la verdad en este estado es un ideal, nunca una posesión final. Un sensei perecedero no puede pretender contener el océano reunido en sus dos manos, ¡eso es una idea tonta e inmadura… un terrible y orgulloso error! El verdadero sensei nunca deja de ser aprendiz de la vida, recuérdalo en lo más profundo de la memoria de tu corazón, ¡nunca!; prudente y sabio es aquel que muera creyendo que jamás encontró.
[El aprendiz trajo unas viejas escrituras sagradas y le hablo al sensei sobre ellas]
-¡Sensei! Estas escrituras me las regalo mi abuelo antes de morir, pero encontré una cita que afirma:
“Los que rechazan estas palabras, son como el estiércol de caballo, no deben ser amados ni mucho menos escuchados”
-¿Que te dice tu corazón, que dice tu mente… aprendiz?
-Entonces…es mentira, es al parecer una imposición, percibo que debo incluso amar a aquellos que piensan diferente a mí.
-Has dicho bien, el Poder Supremo ha escrito su instrucción en tu corazón, y has sabido escuchar la sabiduría que desciende de lo incognoscible antes que la sabiduría mundana y animal. Los hombres siempre han sido habilidosos en manipular la verdad, sus intereses han reemplazado la Ley del Ancestro de todas las cosas. Pero tu amigo mío, has triunfado sobre la falsedad.
-Gracias, sensei mío…
-Dale gracias aquel que vino al mundo, y trajo el mensaje el cual enseño a las gentes, dale gracias aquel indio llamado Ganid que nos dio a beber el agua del Mensajero del Antecesor.
-Cuéntame, ¿cómo era él?
-Como hombre fue dulce pero jamás empalagoso, sincero pero jamás insensible con los pequeños, era amigable y curioso, era llamado Josué de Nazaret, y fue el ejemplo de un hombre valiente que confió en el Antecesor hasta su muerte…
-Ósea que murió…
-Murió… y según las palabras de aquel indio, se levanto de entre los muertos, demostrando al mundo que todo aquel que busque la verdad, admire la belleza y practique obras de bondad no perecerá sino que se levantara de sus cenizas como el Fénix a la gloria de lo imperecedero.
-¡Asombroso!
-En otra ocasión te entregare un escrito sobre su vida, el cual fue escrito por un enviado suyo, el cual reuní con el escrito de Ganid el indio.
-Gracias ensei, no sé cómo compensarte por lo que has hecho por mí.
-Lo único que puedes hacer por mí, es regalar al Ancestro tu propia vida.
-Pero sensei…
-No malinterpretes mis palabras, me refiero a una vida de servicio desinteresado.
-Ahora sí que me has aclarado, pero debo irme, mi madre ha de haber hecho la cena
-Adiós querido amigo, mañana aquí a la misma hora
-¡Así será!
-Entonces…Maestro ¿Qué debo hacer con lo que aprendí de Sha-Unli?
-Debes aprender a desaprender, aquel que encuentra un gran tesoro vende todo lo que tiene para comprar el terreno, y así poder disponer de aquel valioso tesoro. Aquel que ha descubierto el cetro dorado de la luz no puede pretender quedarse con el cetro de madera para aparentar una humildad ficticia y satisfacer los deseos mortales de aquellos que ya no está entre los mortales de este mundo.
[Y haciendo una reverencia le dice al sensei el aprendiz]
-Honro tu sabiduría sensei, ¡creo sentir en ti la emanación de toda la verdad!
-¡No! Tonto aprendiz, replico el sensei, aún nos entendido, la auténtica verdad no está al alcance del hombre perecedero, la Verdad mora en la luz inaccesible a la cual ningún ser perecedero puede penetrar, la verdad en este estado es un ideal, nunca una posesión final. Un sensei perecedero no puede pretender contener el océano reunido en sus dos manos, ¡eso es una idea tonta e inmadura… un terrible y orgulloso error! El verdadero sensei nunca deja de ser aprendiz de la vida, recuérdalo en lo más profundo de la memoria de tu corazón, ¡nunca!; prudente y sabio es aquel que muera creyendo que jamás encontró.
[El aprendiz trajo unas viejas escrituras sagradas y le hablo al sensei sobre ellas]
-¡Sensei! Estas escrituras me las regalo mi abuelo antes de morir, pero encontré una cita que afirma:
“Los que rechazan estas palabras, son como el estiércol de caballo, no deben ser amados ni mucho menos escuchados”
-¿Que te dice tu corazón, que dice tu mente… aprendiz?
-Entonces…es mentira, es al parecer una imposición, percibo que debo incluso amar a aquellos que piensan diferente a mí.
-Has dicho bien, el Poder Supremo ha escrito su instrucción en tu corazón, y has sabido escuchar la sabiduría que desciende de lo incognoscible antes que la sabiduría mundana y animal. Los hombres siempre han sido habilidosos en manipular la verdad, sus intereses han reemplazado la Ley del Ancestro de todas las cosas. Pero tu amigo mío, has triunfado sobre la falsedad.
-Gracias, sensei mío…
-Dale gracias aquel que vino al mundo, y trajo el mensaje el cual enseño a las gentes, dale gracias aquel indio llamado Ganid que nos dio a beber el agua del Mensajero del Antecesor.
-Cuéntame, ¿cómo era él?
-Como hombre fue dulce pero jamás empalagoso, sincero pero jamás insensible con los pequeños, era amigable y curioso, era llamado Josué de Nazaret, y fue el ejemplo de un hombre valiente que confió en el Antecesor hasta su muerte…
-Ósea que murió…
-Murió… y según las palabras de aquel indio, se levanto de entre los muertos, demostrando al mundo que todo aquel que busque la verdad, admire la belleza y practique obras de bondad no perecerá sino que se levantara de sus cenizas como el Fénix a la gloria de lo imperecedero.
-¡Asombroso!
-En otra ocasión te entregare un escrito sobre su vida, el cual fue escrito por un enviado suyo, el cual reuní con el escrito de Ganid el indio.
-Gracias ensei, no sé cómo compensarte por lo que has hecho por mí.
-Lo único que puedes hacer por mí, es regalar al Ancestro tu propia vida.
-Pero sensei…
-No malinterpretes mis palabras, me refiero a una vida de servicio desinteresado.
-Ahora sí que me has aclarado, pero debo irme, mi madre ha de haber hecho la cena
-Adiós querido amigo, mañana aquí a la misma hora
-¡Así será!
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