Me crie en una familia religiosa de los suburbios de Chicago. Mi padre era un ministro evangélico, un predicador de circuito en su primer ministerio. Antes de la Depresión (Económica), yo quería ser misionera o médica misionera. En la universidad estuve expuesta a lo que se llamaba "alta crítica", que cuestionaba la autoridad de la Biblia. Esto me hizo reflexionar mucho sobre la religión.
Más tarde, encontré un libro de un profesor alemán que era bastante profundo. Le pregunté a mi médico, el Dr. William S. Sadler, en Diversey Parkway, en Chicago, si había leído ese libro porque me pareció que sabía algo. Dijo que había leído el libro, y luego añadió: "Tengo algo que creo que le interesará". Me habló de los Documentos de Urantia, y cuando mostré interés me dijo: "¿Qué vas a hacer el domingo? ¿Podrías venir al Foro el próximo domingo por la tarde?". Explicando que llevaría demasiado tiempo describir el propósito del Foro en su oficina, el doctor me invitó a venir temprano. Al unirme al Foro, firmé, a petición del doctor, un compromiso de confidencialidad sobre los Documentos de Urantia.
Empecé a leer los Documentos en 1945. Trabajaba en el centro de Chicago y los viernes por la noche, después del trabajo, tomaba el autobús hasta el 533 de Diversey. Después tomaba un tren tardío y no llegaba a casa hasta medianoche. Leía un documento a la vez, empezaba con los documentos de Jesús y luego comenzaba a leer la primera parte del libro. Estaba convencida de que lo que leía era cierto, porque la historia de la vida de Jesús como padre de sus hermanos y hermanas tocaba muchos de los mismos problemas que yo había tenido en mi vida.
Una vez, cuando empecé a leer. Me acerqué a la Sra. Kellogg, que era la supervisora del despacho, y le pregunté: "¿Realmente cree todo esto?".
"¡Claro que sí!", respondió ella.
El grupo de los domingos por la tarde, que había comenzado como un grupo de discusión, se llamaba el Foro. En el momento en que empecé a asistir se había convertido en un mespacio abierto para los lectores. Yo también pertenecía a un grupo llamado los Setenta. En un principio, sólo había setenta personas en este grupo originalmente, formado por aquellos que habían leído los Documentos en su totalidad. Dentro de este grupo se formó una escuela para para capacitar a los profesores, que impartían clases nocturnas en el 533. El problema era que había profesores pero no había personas para enseñar en ese momento. Los profesores superaban con creces a los nuevos lectores.
En el grupo de los Setenta, cada persona tenía que escribir un ensayo sobre un tema de Urantia. Estos se aprobaban por el Doctor y se leían los domingos.
Mis padres, que para entonces tenían más de setenta años, vivían al lado de mi casa, y tenían curiosidad por saber a dónde iba los viernes por la noche y los domingos por la tarde. Al final tuve que hablarles un poco de los Documentos. Mi padre se mostró escéptico, pero mi madre se mostró bastante abierta. En realidad, ambos tenían ya algunas de las mismas ideas que el libro tenia.
Al vivir tan lejos, no pude seguir el ritmo de las reuniones. Estaba divorciada y tenía muchas responsabilidades. Estos documentos me ayudaron a criar a mis hijos. También aprendí que con la decepción tenemos otra oportunidad. Las enseñanzas de Urantia cambiaron literalmente mi vida.
Fuente: https://squarecircles.com/wp-content/uploads/2018/08/IRememberTheForum.pdf
Woow, es un gran testimonio! Gracias como siempre Christian!
ResponderEliminarWoow, es un gran testimonio! Gracias como siempre Christian!
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