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lunes, 26 de febrero de 2018

El agujero negro en el centro de la Vía Láctea expulsa “planetas”

Libro de Urantia dice:

Sagitario A, el agujero en el centro de la Vía Láctea

4:1.6 (55.4) El Padre Universal no se ha retirado de la administración de los universos; él no es una Deidad inactiva. Si Dios dejara de ser el sustentador presente de toda la creación, habría inmediatamente un colapso universal. Excepto Dios, no habría tal cosa como la realidad. En este mismo momento, así como durante las remotas eras del pasado y en el futuro eterno, Dios sigue sustentando. El alcance divino se extiende alrededor del círculo de la eternidad. Al universo no se le da cuerda como un reloj que anda por tiempo determinado y luego cesa de funcionar; todas las cosas están siendo constantemente renovadas. El Padre incesantemente derrama energía, luz y vida. La obra de Dios es tan literal como espiritual. «Él extiende el norte sobre el espacio vacío y suspende la tierra sobre la nada».

4:1.5 (55.3)  Existe estabilidad en medio de una inestabilidad aparente. Existe un orden y una seguridad subyacentes en medio de los solevantamientos de la energía y los cataclismos físicos de los dominios estelares.




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El agujero negro en el centro de la Vía Láctea expulsa “planetas”

Actividad del en el centro de la Vía Láctea

El monstruoso agujero negro que se encuentra en el centro de la Vía Láctea está escupiendo “bolas ensalivadas” (spitballs) del tamaño de planetas; y una de ellas podría estar cruzando el espacio a una velocidad tremenda a varios cientos de años luz de la Tierra.
Parece un fenómeno algo extraño, dada la idea imperante de que los agujeros negros tienden a succionar objetos en vez de expulsarlos. Sin embargo, durante la reunión anual de la Sociedad Astronómica Estadounidense, celebrada el pasado 4 de enero en Texas, Eden Girma, estudiante de pregrado de la Universidad de Harvard, presentó nuevas simulaciones que sugieren que el agujero negro masivo de nuestra galaxia podría ser responsable de la cantidad astronómica de objetos que vuelan libremente por el espacio.
“Nuestra galaxia está poblada por cientos de millones de esos fragmentos fríos, los cuales son residuos estelares directos”, dice Girma.
Esos cuerpos solitarios, semejantes a planetas, se forman de manera muy inusual.
Más o menos cada 10,000 años, una estrella se aproxima demasiado a Sagitario A*, el agujero negro supermasivo estacionado en el corazón de la Vía Láctea. Cuando esto ocurre, la estrella –un horno nuclear redondo e incandescente- es atraída por la intensa gravedad del agujero negro, que la desequilibra y hace trizas dejando solo bandas de gas dispersas cerca del corazón de la Vía Láctea.
Esa parte del cuento es bastante conocida, pero lo que ocurre después es lo que proponen Girma y su mentor, James Guillochon.
Los investigadores simularon 50 encuentros de fragmentación estelar y observó lo que ocurría cuando la materia de las estrellas comenzaba a reconectarse, formando masas esféricas semejantes a planetas, compuestas de gas y polvo.
“Aunque los eventos de perturbación de marea en el centro galáctico han sido objeto de investigación desde fines de la década de 1980, la idea de que puedan formarse objetos compactos a partir de este proceso es muy novedosa”, señala Girma.

Una fría multitud
En sus simulaciones, se formaron cerca de 11,473 cuerpos a partir de las vísceras estelares, cada uno más masivo que Neptuno y en ocasiones, muchas veces más grandes que Júpiter. A continuación, el agujero negro lanzó esas bolas gaseosas hacia el espacio, a veces a velocidades que excedían los 33 millones de kilómetros por hora.
De esos planetoides recién nacidos, casi 95 por ciento fue expulsado hacia las regiones cósmicas que separan la Vía Láctea de la siguiente galaxia vecina. Un porcentaje mucho menor permaneció unido a Sagitario A*, destinado a orbitar permanentemente al coloso exótico que hizo añicos a su estrella progenitora.
Y el conjunto más pequeño de esos planetas “escupidos” –menos de uno por ciento del total- ronda ahora los límites exteriores de la Vía Láctea, quizás a una distancia de 600 años luz de la Tierra.

Si Girma y Guillochon tienen razón sobre la frecuencia con que Sagitario A* destroza las estrellas que pasan por sus inmediaciones, entonces podría haber millones de esos extraños casi-planetas en la Vía Láctea. Y muchos más podrían ser intrusos procedentes de nuestras galaxias vecinas, expulsados al espacio por sus agujeros negros centrales debido a un épico juego de pinball intergaláctico.
“En general, estos fragmentos viajan a velocidades extremadamente altas y pueden escapar por completo de la galaxia”, asegura Girma. Lo cual plantea una interrogante: ¿Cuántos de los fragmentos estelares que vagan por la Vía Láctea se formaron en otras galaxias?
Es debatible que alguna vez podamos identificar esas “bolas ensalivadas” (spitballs) planetarias con solo verlas. Sin una estrella propia, los planetoides se enfrían a temperaturas que dificultan detectarlos con telescopios infrarrojos. Y, aun así, no tendrían, necesariamente, una huella que anuncie su origen estelar o extragaláctico.
Sin embargo, dice Girma, “si los detectamos, podríamos profundizar más en la composición química de esos fragmentos, conocer más sobre la estrella que les dio origen y, tal vez, determinar su habitabilidad”.


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Por primera vez, un agujero negro expulsa algo de su interior

Agujero Negro
Esto rompe con lo que se sabía del fenómeno astronómico.

Hasta este momento, lo que se sabía de los agujeros negros es que poseía una fuerza gravitatoria tal que nada podía escapar de ellos, incluso la luz se veía "tragada" la atracción de su núcleo. Sin embargo, eso podría verse en entredicho después de que científicos de la NASA captaran el momento en que algo es expulsado del interior de uno de ellos.
Dos telescopios de la agencia espacial, incluido el NuSTAR, dieron pruebas del momento en el que un pulso masivo de Rayos-X, salía del interior del agujero negro supermasivo "Markarian 335".
En sí, no es que la energía haya salido directamente del centro del fenómeno cósmico; lo que señalan es que se comenzó a formar desde la corona, hacía el centro, para después ser expelido por este. Algo que de todas formas rompe con el paradigma de los agujeros negros.
De acuerdo con Dan Wilkins, de la Universidad Saint Mary, esto les ayudará a comprender mejor la naturaleza de estos cuerpos celestes, además de establecer cómo es que le dan "poder" a algunos de los objetos más luminosos del universo.

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