Descubrimiento del Codice
Durante el primer viaje de Kon stantin von Tischendorf en 1844 al Monasterio de Santa Catalina, al pie del Monte Sinaí en Egipto halla 43 hojas de pergamino conteniendo partes de Jeremías, Neemías, Crónicas y Ester, en un canasto con pedazos de manuscritos que, según relató Tischendorf, el bibliotecario le indicó «eran basura que debía ser destruida quemándola en los hornos del monasterio».
Tischendorf realiza su segunda expedición en 1853, la misma es infructuosa excepto por que no logra recuperar más que dos fragmentos del Libro del Génesis.
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1 No aparece en el "Padre nuestro" del códice Sinaiticus la linea: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
-Biblia Reina Valera-
Mateo 6:9-13
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Pero sobre el "Padre nuestro" nos dice el Libro de Urantia:
144:3.15 (1620.13) Después de la muerte de Jesús y de su ascensión al Padre, muchos creyentes optaron por agregar al final de esta oración, así llamada el Padre nuestro, estas palabras —«En el nombre de Señor Jesús Cristo». Más tarde se perdieron dos líneas al copiarse la oración, y fue agregada una cláusula adicional, como sigue: «Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria, por siempre jamás»
144:3.2 (1619.6) Cuando Santiago terminó de hablar, Jesús dijo: «Si pues, aún deseáis tal oración, os daré la que enseñé a mis hermanos y hermanas en Nazaret»:
CódiceSinaíticus - Mateo 6:9–13Padre,Santificado sea tu nombre,Venga a nosotros tu reino.Hágase tu voluntad, como en el cielo, así sobre la tierra.Danos día a día nuestro pan de cada díaY perdona nuestras deudas, así como nosotros también perdonamos a todos los que tienen deuda con nosotros.Y no nos dejes caer en tentación.
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No aparece la parte de la mujer adultera.
‘La evidencia a favor que la historia de la adultera fue añadida al evangelio de Juan es inmensa; no solo el estilo es diferente al resto del evangelio de Juan, sino que el vocabulario es muy diferente, y ademas interrumpe la secuencia entre Juan 7.52 y 8.12. Podemos concluir que la historia de la adultera no fue escrita por Juan’. Metzger, B ‘A textual commentary on the Greek New Testament, 2 ed (Stuttgart, German Bible Society, 1994), p 187. »Al parecer, circulaban dos relatos distintos acerca de una mujer que había sido sorprendida en pecado y Jesús fue misericordioso con ella. Es más que probable, que una buena parte de la narración fuera históricamente verdadera, sin embargo no se añadió a las Escrituras.
Ahora veamos lo que dice el Libro de Urantia acerca de esta historia, y lo que pasó realmente:
162:3.1 (1792.5) Fue durante esta visita a Jerusalén durante la que Jesús trató con cierta mujer de mala reputación traída ante su presencia por los acusadores de ella y los enemigos de él. Los escritos distorsionados que tenéis de este episodio sugieren que esta mujer fue traída ante Jesús por los escribas y fariseos, y que Jesús trató con ellos de manera tal como para indicar que estos líderes religiosos de los judíos podían ser ellos mismos culpables de inmoralidad. Jesús bien sabía que, aunque los escribas y fariseos eran ciegos espiritualmente y llenos de prejuicios intelectuales debido a su lealtad a la tradición, se contaban sin embargo entre los hombres más completamente morales de ese día y generación.
162:3.2 (1793.1) Lo que realmente sucedió fue esto: temprano durante la tercera mañana de la fiesta, cuando Jesús se acercó al templo, se encontró con un grupo de agentes mercenarios del sanedrín que arrastraban a una mujer. Cuando se acercaron, el portavoz dijo: «Maestro, a esta mujer la descubrieron cometiendo adulterio —in fraganti. Ahora bien, la ley de Moisés manda que debemos apedrearla. ¿Qué dices tú que deberíamos hacer con ella?»162:3.3 (1793.2) Los enemigos de Jesús pensaban que, si éste acataba la ley de Moisés que requería que la pecadora confesa fuera apedreada, tendría dificultades con los dirigentes romanos, quienes negaban a los judíos el derecho de infligir la pena de muerte sin la aprobación de un tribunal romano. Si prohibía apedrear a la mujer, entonces lo acusarían ante el sanedrín por considerarse a sí mismo por encima de Moisés y de la ley judía. Si permanecía en silencio, lo acusarían de cobardía. Pero el Maestro manejó la situación de manera tal que el plan entero se despedazó por su propio peso sórdido.162:3.4 (1793.3) Esta mujer, que alguna ocasión fue hermosa, era la esposa de un ciudadano de clase baja de Nazaret, un hombre que había creado problemas para Jesús durante toda su juventud. El hombre, habiéndose casado con esta mujer, la forzó descaradamente a que se ganara la vida haciendo comercio de su cuerpo. Había traído a su esposa a la fiesta de Jerusalén, para que prostituyera sus encantos físicos por dinero. Había negociado con los mercenarios de los dirigentes judíos, para traicionar de esta manera a su propia esposa en el vicio comercializado de ella. Así pues, trajeron ellos a la mujer y su compañero de transgresión, con el objeto de hacer caer a Jesús en una trampa obligándolo a hacer una declaración que se pudiera usar contra él en caso de su arresto.162:3.5 (1793.4) Jesús, paseando la mirada sobre el gentío, vio al marido, parado detrás de los demás. Sabía qué tipo de hombre era él y percibió que formaba parte de esta transacción vergonzosa. Jesús caminó alrededor de la multitud para acercarse al sitio donde se encontraba parado este marido degenerado y escribió unas pocas palabras sobre la arena que motivaron su apresurada partida. Luego, volvió ante la mujer y nuevamente escribió en la tierra para beneficio de sus supuestos acusadores; y cuando ellos leyeron sus palabras, también se alejaron, uno por uno. Cuando el Maestro escribió por tercera vez en la arena, el compañero malvado de la mujer también se alejó, de manera que, cuando el Maestro se incorporó del suelo, después de escribir, contempló a la mujer sola, parada frente a él. Jesús dijo: «Mujer, ¿adonde están tus acusadores? ¿Es que no ha quedado nadie para apedrearte?» La mujer, levantando la mirada, respondió: «Nadie, Señor». Entonces dijo Jesús: «Yo sé de ti; y no te condeno. Vete en paz». Y esta mujer, Hildana, abandonó a su malvado marido y se unió a los discípulos del reino.
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