64:7.16 (728.5) Al acercarse a su fin las migraciones de los sangik, las razas verde y anaranjada ya no existen, el hombre rojo ocupa Norteamérica, el hombre amarillo, Asia oriental, el hombre azul, Europa, y la raza índiga ha ido a dar a África. La India alberga una mezcla de las cepas secundarias de los sangik; y el hombre moreno, una mezcla de la raza roja y la amarilla, ocupa las islas frente a la costa asiática. Una raza amalgamada de potencial un tanto superior ocupa las tierras altas de Sudamérica. Los andonitas más puros habitan el extremo de las regiones septentrionales de Europa e Islandia, Groenlandia y el nordeste de Norteamérica.
64:7.17 (728.6) Durante los períodos de máximo avance glacial, las tribus andonitas del extremo oeste casi llegaron a ser arrojados al mar. Pasaron muchos años viviendo en una franja angosta al sur de lo que es ahora la isla de Inglaterra. Y fue la tradición acerca de estas invasiones repetidas glaciales la que los indujo, cuando sobrevino la sexta y última de ellas, a adaptarse al mar. Fueron los primeros aventureros marinos. Construyeron barcos y partieron en busca de nuevas tierras con esperanzas de que éstas estuvieran libres de las aterradoras invasiones de hielo. Algunos llegaron a Islandia, otros a Groenlandia, pero la gran mayoría pereció de hambre y de sed en el mar abierto.
64:7.18 (728.7) Hace un poco más de ochenta mil años, poco después de llegar el hombre rojo al noroeste de Norteamérica, la congelación de la superficie de los mares del norte y el avance de las capas locales de hielo en Groenlandia obligaron a estos descendientes esquimales de los aborígenes de Urantia a buscar una tierra mejor, un nuevo lugar de residencia; lo lograron, cruzando a salvo los estrechos angostos que separaban en este momento Groenlandia de las masas terrestres del nordeste de Norteamérica. Alcanzaron el continente alrededor de dos mil cien años después de llegar el hombre rojo a Alaska. Posteriormente, una parte de la descendencia mestiza del hombre azul se desplazó hacia el oeste y se amalgamó con los esquimales más recientes y esta unión resultó ligeramente beneficiosa para las tribus esquimales.
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Un canto rodado que pudo ser utilizado por martillo- Tom Deméré, Museo de Historia Natural de San Diego |
La llegada de los primeros humanos a América suscita desde hace años un intrincado debate científico. Durante mucho tiempo, los Clovis fueron considerados la cultura indígena más antigua del continente, establecida hace unos 13.000 años. Esta hipótesis ha sido cuestionada por distintas investigaciones científicas, que aportan pruebas de la presencia anterior de otros grupos humanos primitivos hasta 2.000 años antes. Pero lo que ahora propone en la revista Nature un equipo de investigadores estadounidenses es mucho más impactante y absolutamente inesperado. Tras encontrar evidencias del uso de herramientas de piedra en los huesos y restos fósiles de un mastodonte desenterrado de un yacimiento del sur de California, los arqueólogos afirman que alguno de nuestros parientes humanos, quizás neandertales o otra especie, ya había migrado al Nuevo Mundo hace 130.000 años.
El hallazgo fue totalmente casual. A principios de los años 90, paleontólogos del Museo de Historia Natural de San Diego trabajaban de forma rutinaria en la prospección de las obras de una autopista cuando encontraron huesos, colmillos y molares de un mastodonte, muchos de ellos rotos, enterrados a gran profundidad en sedimentos de grano fino junto a piedras que parecían haber sido utilizadas como martillos y yunques. Pero no fue hasta hace poco que los restos encontrados en el yacimiento, bautizado como Cerutti Mastodon, pudieron ser datados con seguridad. Como los huesos no contenían colágeno no podían utilizarse métodos de radiocarbono, así que se empleó el uranio-torio, una técnica de datación radiométrica de vanguardia que determinó su extrema antigüedad.
Los investigadores dicen que los huesos contienen numerosos fragmentos con fracturas en espiral, lo que indica que se rompieron cuando aún estaban frescos, con algún objeto duro. Junto a los restos se encontraron cinco grandes martillos y yunques con marcas de uso y desgaste de impacto que no podrían haber sido causadas por procesos geológicos. La forma en que los huesos y los dientes se distribuyen alrededor de los yunques sugiere que se rompieron en ese mismo lugar.
Los autores concluyen que humanos con destreza manual y el conocimiento experimental para utilizar grandes piedras como martillos, procesaron los huesos de las extremidades del mastodonte para extraer su médula ósea o crear herramientas. «No tengo duda de que este es un sitio arqueológico», afirma Steve Holen, del Centro de Investigación Paleolítica Americana y autor principal del artículo. «Los huesos y varios dientes muestran signos claros de haber sido deliberadamente rotos. Este patrón de rotura también se ha observado en fósiles de mamut en Kansas y Nebraska, donde explicaciones alternativas como fuerzas geológicas o la acción de carnívoros han sido descartadas».
Un fémur con fracturas del mastodonte- T.Deméré /M.H.N.S.D. |
Para Judy Gradwohl, presidenta del Museo de Historia Natural de San Diego, «este descubrimiento reescribe nuestra comprensión de cuándo los humanos llegaron al Nuevo Mundo. La evidencia que encontramos en este sitio indica que alguna especie de homínido estaba viviendo en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba anteriormente». El hallazgo plantea más preguntas que respuestas, como quiénes eran esos antiguos humanos y cómo llegaron hasta allí. ¿Son parte de un temprano pero fallido intento de colonización? ¿O hay una larga, pero hasta ahora apenas reconocida, presencia de seres humanos en el continente? Los investigadores creen que podrían ser neandertales o denisovanos, que viajaron desde Asia a América del Norte y lograron asentarse. Desde luego, la hipótesis es atrevida.
El gráfico muestra cómo se encontraron los huesos y los dientes del mastodonte- Dan Fisher y Adam Rountrey, Universidad de Michigan |
Como dice Erella Hovers, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en un comentario que acompaña el artículo en Nature, «el tiempo dirá» si este apasionante hallazgo «traerá un cambio de paradigma en nuestra comprensión de los procesos de dispersión y colonización de homínidos en todo el mundo, incluso en lo que ahora parece ser un Nuevo Mundo no tan nuevo».
CMS Experimento de Rotura de Hueso
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