Los Homo erectus que vivían en el sur de África hace un millón de años ya preferían comer la carne asada que cruda, según demuestran restos de vegetales y de huesos chamuscados descubiertos en la cueva de Wonderwerk (Sudáfrica).
El hallazgo, que se presenta esta semana en la revista científica PNAS, aporta la prueba más antigua de uso del fuego por parte de los ancestros humanos. Hasta ahora, la prueba más antigua correspondía a restos de hace unos 750.000 años hallados en Israel.
Los humanos que ocuparon la cueva de Wonderwerk en aquella época comían “mamíferos de tamaño mediano y también algunas tortugas”, ha informado por correo electrónico Michael Chazan, antropólogo de la Universidad de Toronto (Canadá) y codirector de la investigación. “La identificación de las especies exactas está en curso”.
Los investigadores han identificado abundantes restos de hogueras en el interior de la cueva, lo que indica que los Homo erectus de aquella región ya utilizaban el fuego de manera sistemática hace un millón de años. La posición de los huesos de los animales calcinados confirma que fueron asados e ingeridos en el interior de la cueva.
Más allá de su utilidad para cocer alimentos, “el fuego fue un avance crucial para la humanidad porque facilitó que los grupos se reunieran alrededor de una hoguera, estimuló una mayor comunicación y cohesión social y ayudó a estructurar grupos más complejos”, destaca Eudald Carbonell, director del Institut de Paleoecologia Humana i Evolució Social. Los restos de hogueras hallados en la cueva de Wonderwerk “adelantan en 300.000 años la fecha de esta transición hacia una mayor complejidad”.
La identificación de las hogueras ha sido posible gracias al análisis microscópico de los restos hallados en la cueva. Los investigadores han recurrido a estos análisis porque el estudio macroscópico no aclaraba si las plantas y los animales habían sido transformados por la acción del fuego o simplemente por la acción del tiempo. Según los resultados presentados en PNAS, los restos fueron sometidos a temperaturas superiores a 400 grados centígrados e inferiores a 700.
Para alimentar el fuego, los ocupantes de la cueva utilizaron hojas, hierbas y arbustos. Curiosamente, no se han encontrado en las hogueras restos de grandes troncos de madera.
El descubrimiento, sostienen sus autores, confirma la hipótesis de Richard Wrangham, primatólogo de la Universidad de Harvard (EE.UU.), para quien los Homo erectus ya estaban adaptados a una dieta basada en la cocción de alimentos. Si esta hipótesis es correcta, el uso sistemático del fuego tendría casi dos millones de años de antigüedad. Según prevé Michael Chazan, con las técnicas de análisis microscópico aplicadas en la cueva de Wonderwerk. en los próximos años descubrirse restos de hogueras más antiguas.
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Dice el Libro de Urantia:
63:6.7 (716.6) Onagar mantuvo su sede en las márgenes septentrionales del antiguo Mediterráneo, que presentemente viene a ser la región del Mar Caspio, en un asentamiento llamado Obán, punto de parada en la vuelta hacia el oeste del camino que conducía al norte desde las tierras meridionales de la Mesopotamia. Desde Obán envió maestros a los asentamientos remotos para difundir sus nuevas doctrinas de una sola Deidad y su concepto del más allá, que él denominó el Gran Más Allá. Estos emisarios de Onagar fueron los primeros misioneros del mundo; también fueron los primeros seres humanos en cocer la carne, los primeros en utilizar el fuego con regularidad para preparar la comida. Cocían la carne en la punta de un palo y también en piedras calientes; después llegaron a asar trozos grandes al fuego; sus descendientes, sin embargo, casi revirtieron del todo al consumo de la carne cruda.
63:6.8 (716.7) Nació Onagar hace 983.323 años (contando desde 1934 d. de J.C.) y vivió hasta la edad de sesenta y nueve años. La historia de los logros de este genio maestro y guía espiritual de los días anteriores al Príncipe Planetario es el emocionante relato de la organización de estos pueblos primitivos en una verdadera sociedad. Instituyó un gobierno tribal eficaz, que siguió sin par entre las generaciones sucesivas durante muchos milenios. Nunca más, hasta el advenimiento del Príncipe Planetario hubo semejante civilización de tanta elevación espiritual en la tierra. Esta gente sencilla tenía, aunque primitiva, una verdadera religión, pero se perdió subsiguientemente a sus descendientes en decadencia.
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6. El Fuego con Relación a la Civilización
69:6.1 (777.4) La sociedad primitiva con sus cuatro divisiones —industrial, reguladora, religiosa y militar— surgió de la instrumentalidad del fuego, los animales, los esclavos y la propiedad.
69:6.2 (777.5) El encendido del fuego, de un solo salto, separó al hombre del animal para siempre. Constituye el invento, o descubrimiento, humano fundamental. El fuego permitió que el hombre permaneciera en el suelo por la noche ya que todos los animales lo temen. El fuego fomentó el trato social al atardecer; no solo resguardaba del frío y de las bestias feroces, sino que también servía de protección contra los fantasmas. En un principio se utilizó más para alumbrar que para calentar; muchas tribus atrasadas se niegan a dormir a menos que arda una llama por toda la noche.
69:6.3 (777.6) El fuego fue un gran civilizador, dotando al hombre del primer medio por el cual podría ser altruista sin perder nada, pues le permitió regalar brasas candentes a un vecino sin privarse a sí mismo. El fuego de la hoguera, el cual lo atendía la madre o la primogénita, fue el primer educador, pues requirió vigilancia y constancia. El hogar primitivo no fue un edificio, sino que la familia se reunía en torno al fuego, la hoguera familiar. Cuando un hijo fundaba un nuevo hogar, se llevaba una tea de la hoguera de la familia.
69:6.4 (777.7) Si bien Andón, el descubridor del fuego, no quiso tratarlo como objeto de adoración, gran parte de sus descendientes consideraron la llama como fetiche o espíritu. No lograron aprovechar los beneficios sanitarios del fuego puesto que no quisieron quemar los desechos. El hombre primitivo temió al fuego y siempre procuró mantenerlo de buena disposición, de aquí el esparcimiento del incienso. Bajo ninguna circunstancia escupían en el fuego, tampoco pasaban entre una persona y un fuego ardiente. Los primeros miembros del género humano tuvieron por sagrados incluso las piritas de hierro y las piedras que se usaban para encender el fuego.
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69:6.7 (778.2) El fuego resultó en la cocción, y «los comedores de lo crudo» pasó a ser una forma de irrisión. La cocción aminoró el gasto de energía vital necesaria para la digestión de la comida y, de este modo, dejó al hombre primitivo con fuerzas para la cultura social;
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69:2.7 (773.8) La primera previsión humana fue dirigida hacia la conservación del fuego, el agua y la comida. Pero el hombre primitivo fue un jugador nato; una y otra vez quiso agenciárse algo a cambio de nada y, muy a menudo durante estos tiempos primitivos, se les atribuyeron los logros acumulados de la práctica de la paciencia a los amuletos. La magia tardó mucho en doblegarse ante la previsión, la abnegación y la industria.
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69:2.7 (773.8) La primera previsión humana fue dirigida hacia la conservación del fuego, el agua y la comida. Pero el hombre primitivo fue un jugador nato; una y otra vez quiso agenciárse algo a cambio de nada y, muy a menudo durante estos tiempos primitivos, se les atribuyeron los logros acumulados de la práctica de la paciencia a los amuletos. La magia tardó mucho en doblegarse ante la previsión, la abnegación y la industria.
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